L'avalée des avalés, Réjean Ducharme.
"A ti la dama, la audaz melancolía, que con grito solitario hiendes mis carnes ofreciéndolas al tedio. Tú, que atormentas mis noches cuando no sé qué camino de mi vida tomar... te he pagado cien veces mi deuda. De las brasas del ensueño sólo me quedan las cenizas de la mentira, que tú misma, me habías obligado a oír. Y la blanca plenitud, no era como el viejo interludio y sí, una morena de finos tobillos que me clavó la pena de un pecho punzante en el que creí, y que no me dejó más que el remordimiento de haber visto nacer la luz sobre mi soledad"."Porque sueño yo no lo estoy. Porque sueño... sueño. Porque me abandono por las noches a mis sueños antes de que me deje el día. Porque no amo. Porque me asusta amar. Ya no sueño. Ya no sueño".
L'avalée des avalés, Réjean Ducharme.
Porque sueño... no lo estoy.
* Dicen que es mi padre, pero yo no soy su hijo, porque este hombre esta loco y yo no.
* Siento que debo abandonar esta vida antes que estrangularme con este agujero.
* Yo queria a Fernand por la ternura de su ignorancia.
* Era el único libro que había en casa. Nunca me pregunté como había ido a parar ahí. Era gordo, las palabras se amontonaban unas sobre otras y exigían mucho esfuerzo de concentración para desvelar su secreto. En casa nunca había visto a nadie leer o escribir. La tele, los carteles publicitarios, invadían mi mente. Al principio sólo leía las frases subrayadas sin entender demasiado. Recuerdo haber querido dejarlo porque no tenía ilustraciones.
* El domador de versos se pasaba las noches hurgando en todas las basuras del mundo. El domador cree que las imágenes y las palabras deben mezclarse en las cenizas de los versos para renacer en la imaginación de los hombres. “Hay que soñar, Léolo… Hay que soñar".
* El miedo le dio desde aquel día, una razón de ser. Así nunca más Fernán tendrá miedo de nadie. Y cuando mi hermano sea una montaña, tampoco tendré miedo. Y podré ir por todas las callejuelas de la Tierra, o decir a todos los mierdas de este mundo lo que pienso de ellos. Ay de aquéllos que no inclinen la cabeza a nuestro paso.
* Me despierto muy temprano. Mi vuelta del campo de los sueños es brutal al entrar en el país de lo cotidiano.
* Mi abuelo, sin ser un hombre malo, ya había intentado matarme. Recuerdo que no me asusté, y que soñé con la hermosura del tesoro. A lo mejor era porque ya estaba muerto.
* Mi padre era un hombre como tantos otros. Un perro que mordía su vida perra. Surcado por unas arrugas que nada decían de su cara salvo para gritar la edad que las había cavado. Tenía una expresión como de hola y adiós, como de un eterno y sencillo mediodía, mermado por un puñado de tiempo. Su frente se extendía hasta el día siguiente de su barbilla donde el cuello se aferraba desesperadamente a unos hombros ventrudos.
* Se acerca la primavera. Los pájaros no paran de berrear que están hartos del invierno. Fernán los acompaña con sus ronquidos grasos y mucosos. Siento arcadas cada vez que respira. Su camiseta es el único escudo de su pudor. Descansa tan consciente como de costumbre. 100 kilos de músculos. Un magnífico bebé demasiado grande.
* Mi madre nos regaló una bonita rosa de plástico. Teóricamente para alegrar nuestra habitación, por eso de que la flor es una imagen o más bien, una idea de la naturaleza. Su rojo escarlata estaba asfixiado por el polvo que cada vez loa iba matando más. Si al menos alguien de la familia pudiera darse cuenta de que esta flor carece de naturalidad. Con su etiquetita dorada “made in Hong Kong” pegada bajo un pétalo. Bastaría con un pequeño gesto sin esfuerzo para despegar esa etiqueta y empezar a creer en esa ilusión. Pero me niego a tocarla. No quiero hacerme un lugar en este cementerio de cuerpos vivientes. Pero resulta que mis dedos del pie me recuerdan que estoy aquí. Salen de un agujerito en el extremo de mi manta. Cada día, sin que yo mismo me dé cuenta, consigo asomar un dedo más que el día anterior. Mañana asomaré mi pie entero. Y mi pierna. Y pronto será mi cuerpo. Siento que debo abandonar esta vida antes de estrangularme con este agujero.
* Un vendedor ambulante gritaba en el vacío. Todavía queda sangre esta mañana para emborronar 100 páginas. Todavía hay gente que las compra para satisfacer su rabia.
* En ese momento, sólo podía pensar en una maravillosa escena de película. Y como siempre, me contemplaba a mí mismo jugando a la vida.
* No intento recordar las cosas que ocurren en los libros, lo único que le pido a un libro es que me inspire energía y valor, que me diga que hay más vida de la que puedo abarcar, que me recuerde la urgencia de actuar.
* De las brasas del ensueño sólo me quedan las cenizas de la mentira que tú misma me habías obligado a oír. Y la blanca plenitud, no era como el viejo interludio y sí una morena de finos tobillos que me clavó la pena de un pecho punzante en el que creí, y que no me dejó más que el remordimiento de haber visto nacer la luz sobre mi soledad.
******
"A ti la dama, la audaz melancolía, que con grito solitario hiendes mis carnes ofreciéndolas al tedio. Tú, que atormentas mis noches cuando no sé qué camino de mi vida tomar... te he pagado cien veces mi deuda. De las brasas del ensueño sólo me quedan las cenizas de la mentira, que tú misma, me habías obligado a oír. Y la blanca plenitud, no era como el viejo interludio y sí, una morena de finos tobillos que me clavó la pena de un pecho punzante en el que creí, y que no me dejó más que el remordimiento de haber visto nacer la luz sobre mi soledad"."Porque sueño yo no lo estoy. Porque sueño... sueño. Porque me abandono por las noches a mis sueños antes de que me deje el día. Porque no amo. Porque me asusta amar. Ya no sueño. Ya no sueño". L'avalée des avalés, Réjean Ducharme.
* Dicen que es mi padre, pero yo no soy su hijo, porque este hombre esta loco y yo no.
* Siento que debo abandonar esta vida antes que estrangularme con este agujero.
* Yo queria a Fernand por la ternura de su ignorancia.
* Era el único libro que había en casa. Nunca me pregunté como había ido a parar ahí. Era gordo, las palabras se amontonaban unas sobre otras y exigían mucho esfuerzo de concentración para desvelar su secreto. En casa nunca había visto a nadie leer o escribir. La tele, los carteles publicitarios, invadían mi mente. Al principio sólo leía las frases subrayadas sin entender demasiado. Recuerdo haber querido dejarlo porque no tenía ilustraciones.
* El domador de versos se pasaba las noches hurgando en todas las basuras del mundo. El domador cree que las imágenes y las palabras deben mezclarse en las cenizas de los versos para renacer en la imaginación de los hombres. “Hay que soñar, Léolo… Hay que soñar".
* El miedo le dio desde aquel día, una razón de ser. Así nunca más Fernán tendrá miedo de nadie. Y cuando mi hermano sea una montaña, tampoco tendré miedo. Y podré ir por todas las callejuelas de la Tierra, o decir a todos los mierdas de este mundo lo que pienso de ellos. Ay de aquéllos que no inclinen la cabeza a nuestro paso.
* Me despierto muy temprano. Mi vuelta del campo de los sueños es brutal al entrar en el país de lo cotidiano.
* Mi abuelo, sin ser un hombre malo, ya había intentado matarme. Recuerdo que no me asusté, y que soñé con la hermosura del tesoro. A lo mejor era porque ya estaba muerto.
* Mi padre era un hombre como tantos otros. Un perro que mordía su vida perra. Surcado por unas arrugas que nada decían de su cara salvo para gritar la edad que las había cavado. Tenía una expresión como de hola y adiós, como de un eterno y sencillo mediodía, mermado por un puñado de tiempo. Su frente se extendía hasta el día siguiente de su barbilla donde el cuello se aferraba desesperadamente a unos hombros ventrudos.
* Se acerca la primavera. Los pájaros no paran de berrear que están hartos del invierno. Fernán los acompaña con sus ronquidos grasos y mucosos. Siento arcadas cada vez que respira. Su camiseta es el único escudo de su pudor. Descansa tan consciente como de costumbre. 100 kilos de músculos. Un magnífico bebé demasiado grande.
* Mi madre nos regaló una bonita rosa de plástico. Teóricamente para alegrar nuestra habitación, por eso de que la flor es una imagen o más bien, una idea de la naturaleza. Su rojo escarlata estaba asfixiado por el polvo que cada vez loa iba matando más. Si al menos alguien de la familia pudiera darse cuenta de que esta flor carece de naturalidad. Con su etiquetita dorada “made in Hong Kong” pegada bajo un pétalo. Bastaría con un pequeño gesto sin esfuerzo para despegar esa etiqueta y empezar a creer en esa ilusión. Pero me niego a tocarla. No quiero hacerme un lugar en este cementerio de cuerpos vivientes. Pero resulta que mis dedos del pie me recuerdan que estoy aquí. Salen de un agujerito en el extremo de mi manta. Cada día, sin que yo mismo me dé cuenta, consigo asomar un dedo más que el día anterior. Mañana asomaré mi pie entero. Y mi pierna. Y pronto será mi cuerpo. Siento que debo abandonar esta vida antes de estrangularme con este agujero.
* Un vendedor ambulante gritaba en el vacío. Todavía queda sangre esta mañana para emborronar 100 páginas. Todavía hay gente que las compra para satisfacer su rabia.
* En ese momento, sólo podía pensar en una maravillosa escena de película. Y como siempre, me contemplaba a mí mismo jugando a la vida.
* No intento recordar las cosas que ocurren en los libros, lo único que le pido a un libro es que me inspire energía y valor, que me diga que hay más vida de la que puedo abarcar, que me recuerde la urgencia de actuar.
* De las brasas del ensueño sólo me quedan las cenizas de la mentira que tú misma me habías obligado a oír. Y la blanca plenitud, no era como el viejo interludio y sí una morena de finos tobillos que me clavó la pena de un pecho punzante en el que creí, y que no me dejó más que el remordimiento de haber visto nacer la luz sobre mi soledad.
******
"A ti la dama, la audaz melancolía, que con grito solitario hiendes mis carnes ofreciéndolas al tedio. Tú, que atormentas mis noches cuando no sé qué camino de mi vida tomar... te he pagado cien veces mi deuda. De las brasas del ensueño sólo me quedan las cenizas de la mentira, que tú misma, me habías obligado a oír. Y la blanca plenitud, no era como el viejo interludio y sí, una morena de finos tobillos que me clavó la pena de un pecho punzante en el que creí, y que no me dejó más que el remordimiento de haber visto nacer la luz sobre mi soledad"."Porque sueño yo no lo estoy. Porque sueño... sueño. Porque me abandono por las noches a mis sueños antes de que me deje el día. Porque no amo. Porque me asusta amar. Ya no sueño. Ya no sueño". L'avalée des avalés, Réjean Ducharme.