Loris Malaguzzi...

"Trabajar con los niños quiere decir tener que hacer las cuentas con pocas certezas y con muchas incertidumbres. Lo que nos salva es el buscar y no perder el lenguaje de la maravilla que perdura, en cambio, en los ojos y en la mente de los niños. Es necesario tener el coraje de producir obstinadamente proyectos y elecciones. Esto es competencia de la escuela y de la educación”.

domingo, 7 de marzo de 2010

Nacidos para comprar



















La sociedad estadounidense es la más consumista del mundo. La
gente trabaja más horas que en cualquier otro país industrializado.
Los niveles de ahorro son menores. Los créditos concedidos al consumo
se han disparado, y aproximadamente un millón de hogares se
declaran insolventes todos los años. Existen más de 46.000 centros
comerciales en todo el país, y su incremento, desde 1986, ha sido de
dos tercios. A pesar de que el número de integrantes de la unidad familiar
ha disminuido, el tamaño de las viviendas experimenta un rápido
aumento. Entre los habitáculos con más demanda se encuentran
los vestidores y los garajes para tres y cuatro vehículos, que sirven
para almacenar cantidades inauditas de objetos de todas clases. Según
mis estimaciones, el adulto medio adquiere, a lo largo del año,
cuarenta y ocho nuevos artículos (de manera análoga, también se
desprende de una gran cantidad de cosas, a un ritmo sin precedentes).
Los estadounidenses poseen más aparatos de televisión que los
habitantes de cualquier otro país —prácticamente uno por persona—.
Los observadores culpan a la televisión de los bajos niveles de
compromiso cívico, de la falta de cohesión social y del declive de la
socialización cotidiana. El mucho tiempo dedicado a mirarla también
ha significado una exposición a la publicidad sin parangón en la
historia. Además, los anuncios se han extendido más allá de la pantalla
hasta alcanzar prácticamente toda institución social y todo tipo
de espacio público, desde museos y zoos hasta universidades y aulas de
educación primaria, restaurantes, cartas gastronómicas, baños, aeropuertos,
e incluso el aire mismo.
Los artífices de esta cultura —las empresas que fabrican, venden
y anuncian los artículos de consumo— ya han fijado su atención en los
niños. A pesar de que éstos llevan tiempo participando en el mercado
del consumo, hasta hace poco eran actores secundarios, compradores
de mercancías baratas. Atraían una porción menor del talento y los
recursos de las empresas y se llegaba a ellos, en gran medida, a través
de sus madres. Pero las cosas han cambiado. Los niños y los adolescentes
constituyen ya el epicentro de la cultura del consumo en Norteamérica.
Capitalizan la atención, la creatividad y el dinero de los
anunciantes. Sus gustos marcan las modas del mercado. Sus opiniones
definen las estrategias de las marcas. Y, sin embargo, son pocos los
adultos que reconocen la magnitud de este cambio, así como sus consecuencias
para el futuro de nuestros hijos y para nuestra cultura.
Llevo veinte años estudiando aspectos relacionados con el consumo.
Economista de formación y vocación, me interesé por el tema de la
comercialización a través del estudio de la cultura del trabajo. En mi
primer libro, La excesiva jornada laboral en Estados Unidos, exponía
mis hallazgos sobre el inesperado y no reconocido incremento del
horario laboral. El empleado medio pasa en la actualidad unas doscientas
horas más en el trabajo, anualmente, que treinta años atrás.
Hace cincuenta años, la jornada laboral en Estados Unidos era sensiblemente
inferior a la europea, mientras que ahora la excede en más
de trescientas horas anuales (el equivalente a ocho semanas, aproximadamente).
Incluso en Japón (el país adicto al trabajo por excelencia
cuando inicié mis investigaciones a principios de la década de
1980) la jornada laboral es más reducida que en Estados Unidos.
El análisis de mi anterior libro, que pretendía dar razón de las
causas del aumento en la jornada laboral, apuntaba a factores relacionados
con el lugar de trabajo, como eran las estructuras de coste
de los empleadores y la persistencia de una cultura corporativa basada
en el gran número de horas trabajadas como signo de prestigio.
Descubrí que los empleadores no se mostraban dispuestos a cambiar
tiempo a cambio de dinero, y que en los últimos cincuenta años la
mayoría de la gente había obtenido salarios más altos, pero a cambio
de trabajar más horas. Lo que no comprendía era por qué eran tan
pocos los empresarios que habían intentado no sucumbir a esos horarios.
Los datos de las encuestas revelaban que la mayoría de las
personas se mostraban satisfechas con el equilibro existente entre el...

Fuente: http://www.paidos.com/contenido_adicional%2F60414%2FContenido_adicional.pdf

Aprendiendo a ser padres

Jay Belsky en el programa Redes

Entrevista a jay belsky

«Sólo se aceptan los resultados que gustan»

Las madres 'trabajadoras' adoraban a Jay Belsky hasta mediados de los años 80. Desde entonces, le tratan como al enemigo.

Jay Belsky es un investigador mundialmente reconocido en el campo del desarrollo infantil y los estudios de la familia. A finales de los años 70, publicó unos estudios que tranquilizaron a las madres trabajadoras. No había de qué preocuparse, concluían. Pero desde ese mismo momento, el Dr. Belsky empezó a recabar información que demostraba que él mismo estaba equivocado. En 1986, escribió un artículo donde lo explicaba y muchos de sus colegas le dieron la espalda. Belsky lleva tres décadas buscando más respuestas sobre los efectos del cuidado infantil. El ambicioso SECC, el mayor estudio sobre el cuidado infantil realizado en Estados Unidos, se realiza en parte para aclarar aquella controversia: ¿Son las guarderías un motivo de preocupación?

Biografía de Jay Belsky
Historia del estudio

Los últimos resultados del SECC confirman los anteriores —a más tiempo en guarderías, más problemas posteriores de comportamiento —, pero añaden un dato nuevo: el efecto es independiente de la calidad de la guardería.

Jay Belsky —director del Instituto para el Estudio de los Niños, las Familias y los Asuntos Sociales, del Birkbeck College, Universidad de Londres— se pregunta cuál será el efecto acumulativo de este comportamiento, mientras algunos colegas suyos se limitan a comentar que el efecto detectado es ligero y que no hay por qué preocuparse.

KINDSEIN: ¿Cuál es tu opinión? Si el efecto es ligero, ¿hay que preocuparse?

Jay Belsky: ¿Qué es más importante, un gran efecto que se aplica a pocos o un efecto intermedio, no ligero, que se aplica a muchos? Las personas de mente abierta pueden discrepar sobre esto. Yo creo que es demasiado simplista rechazar los efectos pequeños cuando estamos hablando de experiencias de tantos niños.

Imagina que eres un profesor de Primaria, con bastantes niños en tu clase que han pasado muchas horas, meses, años en guarderías, o con cuidado de poca calidad. Ahora, imagínate que tienes bastantes alumnos en clase que son más agresivos y desobedientes de lo esperado, y con menor habilidad verbal. ¿Qué pasa en esa clase? ¿Puede el profesor controlar el aula y ofrecer una enseñanza de alto nivel? Ahora añade un posible efecto acumulativo en todas las aulas, los cursos, las escuelas e incluso las comunidades. ¿Cuáles son las consecuencias?

KINDSEIN: No lo sé. ¿Lo sabes tú?

Jay Belsky: Nadie lo sabe con seguridad, y menos yo. Pero creo que es muy simplista, demasiado cómodo, decir que no importa porque estos efectos son pequeños a nivel individual. Si en Madrid uno no pone ningún cuidado, no contribuye mucho a la contaminación ambiental de la ciudad, un pequeño efecto. Pero cuando hay muchos coches, la calidad del aire claramente se deteriora.

¿Operan de forma diferente los sistemas —las clases, las escuelas, los vecindarios, incluso las sociedades? Yo simplemente diría: cuidado con los que dicen "nada de esto importa".

KINDSEIN: Te han llamado «agorero», «alarmista», y te han acusado de exagerar los resultados, de utilizar esta información para decir que estamos criando una generación de niños «listos pero malos». ¿Qué opinas de esas calificaciones?

Jay Belsky: Lo más probable es que estén siempre dispuestos a cuestionar mis motivos, como han hecho desde que empecé a llamar la atención sobre las evidencias, políticamente incorrectas, sobre el cuidado infantil, hace 20 años-- porque es una forma eficaz, especialmente entre los periodistas, de minar la credibilidad de alguien.

KINDSEIN: ¿Has exagerado alguna vez los resultados?

Jay Belsky: Nunca he exagerado ni nuestros descubrimientos ni los de otros; sigo abierto a todos. Y ya he demostrado que he cambiado de opinión, siguiendo los datos cuando han cambiado, como puede verse en mis artículos de entre 1978 y 1986, publicados en las revistas científicas.

Sigo siendo, primero y antes que nada, un empirista, comprometido con la divulgación completa y la discusión abierta y honesta de todos los descubrimientos. Muchos de los que me han acusado de ser un ideólogo, un misógino y cosas peores, han elaborado una historia a base de anunciar las buenas noticias sobre la calidad y menospreciando, si no ignorando, las malas noticias sobre la cantidad. Yo nunca lo he hecho, lo que no significa que los periodistas, para conseguir una noticia polémica, no me hayan presentado de esa manera, dando prácticamente por supuesto que sólo hablo de las malas noticias y las exagero.

KINDSEIN: En los resultados del 2001, algunos de sus colegas atribuían los resultados a la mala calidad de las guarderías ¿Qué suponen estos nuevos hallazgos?

Jay Belsky: Sí. Antes decían que la cantidad de los cuidados, ya fuese en guarderías o en cualquier otro sitio, no importaba siempre que fuese de buena calidad. Bien, pues este estudio ha mostrado repetidas veces que esas personas están, simple y llanamente, equivocadas.

¿Lo ha reconocido alguno de los que despreciaban estos resultados y los anteriores? No, y por eso sugiero que se reconsidere su perspectiva. No quiero presuponer que no tengan razón-- no es que tenga mucha importancia-- pero sí quiero resaltar que se han equivocado continuamente en este asunto. ¿No deberíamos poner en duda su credibilidad? ¿Su objetividad?

KINDSEIN: ¿Por qué cree que despierta usted tanta polémica?

Jay Belsky: Uno de los motivos es que no huyo de las malas noticias. Creo que mi trabajo, como científico, es contar la historia completa-- no sólo compartir las buenas noticias para que la gente se sienta bien. Recordemos que la primera persona que llamó la atención sobre el papel de la homosexualidad en la epidemia de SIDA fue acusado de homófobo-- aunque [en realidad] fue un visionario.

«Si el hombre del tiempo dice que va a llover mañana, ¿es porque se opone a que haga sol?»

La gente confunde el anunciar las malas noticias, cualesquiera que sean, con querer que las cosas sean de esa manera. Pero como me gusta decir, y así me gustaría que me citaran: «Si el hombre del tiempo dice que va a llover mañana, ¿es porque se opone a que haga sol?»

KINDSEIN: Quizás hay algo de protección en esas críticas hacia las madres trabajadoras.

Jay Belsky: Creo que tiene mucho que ver. La gente no quiere hacer sentir culpables a las madres trabajadoras, aunque no se lo piensan dos veces cuando lo hacen con las madres que se quedan en casa. Mi punto de vista es que no es nuestro trabajo, como científicos, cuidar los sentimientos de las personas, sino compartir información objetivamente y sin pasión.

¿Crees que decir que la obesidad es mala para la salud y que el tabaco causa cáncer no hace sentir mal a los obesos y a los fumadores, y no digamos a los fumadores obesos? ¿Significa eso que no deberíamos compartir la evidencia, dejar la atención sobre el asunto y dejar así que cada uno de nosotros decida si esto es o no es motivo de preocupación? ¿Por qué tanta gente quiere controlar lo que oyen los demás? Sólo aceptamos los resultados que nos gustan.

KINDSEIN: ¿Tiene algún consejo para los padres?

Jay Belsky: Para muchas familias, la decisión de si la madre debe buscar trabajo o seguir trabajando fuera de casa después de tener a un bebé es una de las más delicadas a las que se enfrentarán jamás. Y demasiadas madres, tristemente, no tienen otra opción. Así que los padres que dependen de horarios deberían buscar el cuidado infantil no materno que sea seguro y de la más alta calidad.

KINDSEIN: Gracias, doctor Belsky.

Fuente: http://kindsein.com/es/19/2/459/