Cora pide la retirada del cuento infantil “Lila tiene un hermanito” de Eduard Estivill
Añadir que los niños, supuestamente, felices de los cuentos que adapta estivill, sin lugar a duda NO le han aplicado el método violento Duérmete niño, a parte que el cuento pasaría a ser una pesadilla horrenda, no existiría felicidad en esos niños y dejaría de ser un cuento!
¡estivill a ver si dejas de adoptar publicaciones al altura de tu nivel emocional, miope y escaso, y intentas otro tipo de showbusiness en los que NO estén involucrados los niños.
La Federación de Asociaciones en Defensa de la Adopción y el Acogimiento (CORA) protesta por el tratamiento dado a la adopción en el libro “Lila tiene un hermanito”, del Dr. Estivill y Montse Domènech (Editorial Beascoa, 2006)
Texto íntegro de la nota de prensa:
Queremos manifestar nuestra discrepancia con el contenido y la forma con la que se aborda la adopción en el cuento “Lila tiene un hermanito”, del Dr. Eduard Estivill y Montse Domènech (Editorial Beascoa, 2006). Resulta evidente que los autores se han documentado escasamente sobre la adopción y las familias adoptivas, si es que lo han hecho en alguna medida. El relato contiene errores de bulto respecto al proceso de adopción. En él se narra como los padres de la protagonista deben permanecer en Haití un mes para hacer “muchos exámenes”, cuando cualquiera mínimamente informado sabe que –de acuerdo al Convenio de la Haya–, la formación y evaluación de la familia que solicita una adopción se hacen en España, y que la estancia de los padres en Haití rara vez supera la semana.
Sin embargo, ese desconocimiento no es tan grave como otros “detalles” erróneos que, a los ojos de un niño adoptado, resultan altamente inquietantes y perturbadores. La adopción es una alternativa a la paternidad/maternidad biológica, ¡no un acto de solidaridad o caridad por el que nuestros hijos deban estarnos agradecidos! ¿Se imaginan lo que esa insinuación significa para la autoestima de un niño que se incorpora a una nueva familia? Esta falta de empatía con los sentimientos del niño adoptado es una constante a lo largo del cuento. ¿Qué necesidad había de representar a la madre biológica del niño adoptado como fea, bajita y gorda? No hay que olvidar que nuestros hijos descubren a edad temprana que, cuando crezcan, no se parecerán a nosotros en el color de la piel, los ojos, etc., sino que han heredado muchas de sus características físicas de la familia en la que nacieron. Pero es que además, entre las muchas problemáticas de las mujeres haitianas no se encuentra la obesidad (y son en general de una gran belleza, como también lo son los hijos que traen al mundo y que llevan la hermosura en sus genes).
Mención aparte merece el cuaderno pretendidamente pedagógico que incluye el libro, un dechado de topicazos y falsos mitos que en nada ayudan a la integración y normalización de nuestras familias. Resulta increíble que alguien teóricamente competente en otras áreas de la educación infantil mantenga un discurso tan falaz. Tristemente, los autores ni siquiera han hecho el esfuerzo de utilizar un vocabulario positivo y libre de prejuicios: cuando hablan de “hijos naturales”, debemos entender que los nuestros son… ¿extraños? ¿Artificiales tal vez?
Afirmar que nuestros hijos se comportarán como “hijos naturales” si como a tales les tratamos no es pedagogía, es simplemente un disparate de gran calibre. Nuestros hijos han vivido unas experiencias muy diferentes a las de sus pares, que han marcado su desarrollo tanto físico como psíquico y emocional. Fingir que sus necesidades no difieren de las de aquéllos que han crecido desde que llegaron al mundo en su familia es tan absurdo como pensar que un problema serio de visión se arreglará milagrosamente si actuamos como si no existiera. Las familias adoptivas somos tan familia como las demás, pero ignorar los retos específicos que nuestra paternidad conlleva sólo puede perjudicar a nuestros hijos, quienes necesitan que entendamos sus necesidades para poder desarrollar todo su potencial y convertirse en adultos felices.
Resulta bochornoso cómo los autores tratan de crear un discurso supuestamente positivo y pedagógico de la adopción minimizando algunos de esos retos. Pertenecer a una familia multirracial es una experiencia muy enriquecedora para todos sus miembros, pero ello no es óbice para que conlleve ciertos desafíos –tanto para los padres como para los hijos– que no podemos ni debemos obviar. No siempre es fácil enseñar a hacer frente a un tipo de discriminación –a veces sutil, a veces brutal– que los padres nunca han experimentado en primera persona. Afirmar que el miedo a esa discriminación racial “es menor cada día” porque nuestra sociedad es cada vez más multicultural puede parecer una afirmación bienintencionada y esperanzadora, pero no es cierta en absoluto, y bien lo saben quienes la sufren en sus carnes. El racismo existe y está aún muy presente en nuestra realidad: nuestra obligación como padres es aceptar esa realidad y proporcionar a nuestros hijos los recursos necesarios para hacerle frente.
Es evidente que necesitamos bibliografía que nos ayude a explicar la adopción de forma adecuada a nuestros hijos e hijas y a otros niños y niñas, pero vendernos como tal un producto que potencia la perpetuación de falsos discursos y puede provocar inseguridades innecesarias en nuestros hijos no es de recibo. Lamentamos profundamente que ni la editorial ni los autores de “Lila tiene un hermanito” se hayan tomado la molestia de buscar asesoramiento antes de lanzarse a hacer pseudopedagogía de la adopción y de nuestras familias, y les rogamos encarecidamente que retiren su edición.
CORA – Federación de Asociaciones en Defensa de la Adopción y el Acogimiento
Queremos manifestar nuestra discrepancia con el contenido y la forma con la que se aborda la adopción en el cuento “Lila tiene un hermanito”, del Dr. Eduard Estivill y Montse Domènech (Editorial Beascoa, 2006). Resulta evidente que los autores se han documentado escasamente sobre la adopción y las familias adoptivas, si es que lo han hecho en alguna medida. El relato contiene errores de bulto respecto al proceso de adopción. En él se narra como los padres de la protagonista deben permanecer en Haití un mes para hacer “muchos exámenes”, cuando cualquiera mínimamente informado sabe que –de acuerdo al Convenio de la Haya–, la formación y evaluación de la familia que solicita una adopción se hacen en España, y que la estancia de los padres en Haití rara vez supera la semana.
Sin embargo, ese desconocimiento no es tan grave como otros “detalles” erróneos que, a los ojos de un niño adoptado, resultan altamente inquietantes y perturbadores. La adopción es una alternativa a la paternidad/maternidad biológica, ¡no un acto de solidaridad o caridad por el que nuestros hijos deban estarnos agradecidos! ¿Se imaginan lo que esa insinuación significa para la autoestima de un niño que se incorpora a una nueva familia? Esta falta de empatía con los sentimientos del niño adoptado es una constante a lo largo del cuento. ¿Qué necesidad había de representar a la madre biológica del niño adoptado como fea, bajita y gorda? No hay que olvidar que nuestros hijos descubren a edad temprana que, cuando crezcan, no se parecerán a nosotros en el color de la piel, los ojos, etc., sino que han heredado muchas de sus características físicas de la familia en la que nacieron. Pero es que además, entre las muchas problemáticas de las mujeres haitianas no se encuentra la obesidad (y son en general de una gran belleza, como también lo son los hijos que traen al mundo y que llevan la hermosura en sus genes).
Mención aparte merece el cuaderno pretendidamente pedagógico que incluye el libro, un dechado de topicazos y falsos mitos que en nada ayudan a la integración y normalización de nuestras familias. Resulta increíble que alguien teóricamente competente en otras áreas de la educación infantil mantenga un discurso tan falaz. Tristemente, los autores ni siquiera han hecho el esfuerzo de utilizar un vocabulario positivo y libre de prejuicios: cuando hablan de “hijos naturales”, debemos entender que los nuestros son… ¿extraños? ¿Artificiales tal vez?
Afirmar que nuestros hijos se comportarán como “hijos naturales” si como a tales les tratamos no es pedagogía, es simplemente un disparate de gran calibre. Nuestros hijos han vivido unas experiencias muy diferentes a las de sus pares, que han marcado su desarrollo tanto físico como psíquico y emocional. Fingir que sus necesidades no difieren de las de aquéllos que han crecido desde que llegaron al mundo en su familia es tan absurdo como pensar que un problema serio de visión se arreglará milagrosamente si actuamos como si no existiera. Las familias adoptivas somos tan familia como las demás, pero ignorar los retos específicos que nuestra paternidad conlleva sólo puede perjudicar a nuestros hijos, quienes necesitan que entendamos sus necesidades para poder desarrollar todo su potencial y convertirse en adultos felices.
Resulta bochornoso cómo los autores tratan de crear un discurso supuestamente positivo y pedagógico de la adopción minimizando algunos de esos retos. Pertenecer a una familia multirracial es una experiencia muy enriquecedora para todos sus miembros, pero ello no es óbice para que conlleve ciertos desafíos –tanto para los padres como para los hijos– que no podemos ni debemos obviar. No siempre es fácil enseñar a hacer frente a un tipo de discriminación –a veces sutil, a veces brutal– que los padres nunca han experimentado en primera persona. Afirmar que el miedo a esa discriminación racial “es menor cada día” porque nuestra sociedad es cada vez más multicultural puede parecer una afirmación bienintencionada y esperanzadora, pero no es cierta en absoluto, y bien lo saben quienes la sufren en sus carnes. El racismo existe y está aún muy presente en nuestra realidad: nuestra obligación como padres es aceptar esa realidad y proporcionar a nuestros hijos los recursos necesarios para hacerle frente.
Es evidente que necesitamos bibliografía que nos ayude a explicar la adopción de forma adecuada a nuestros hijos e hijas y a otros niños y niñas, pero vendernos como tal un producto que potencia la perpetuación de falsos discursos y puede provocar inseguridades innecesarias en nuestros hijos no es de recibo. Lamentamos profundamente que ni la editorial ni los autores de “Lila tiene un hermanito” se hayan tomado la molestia de buscar asesoramiento antes de lanzarse a hacer pseudopedagogía de la adopción y de nuestras familias, y les rogamos encarecidamente que retiren su edición.
CORA – Federación de Asociaciones en Defensa de la Adopción y el Acogimiento